Geopolítica: “Rusofobia” y la Sputnik V.
Por: Kener Eliel Oporta García
*Estudiante de Ciencia Política y Relaciones Internacionales, UNAN, Managua
Imagen tomada de La Voz |
La Rusia zarista de los siglos XVI, XVII, XVIII
y XIX; estaba en pleno expansionismo, sin el aval de Occidente en quien en ese
momento poco o nada importaba su aprobación, pues mientas Rusia se expandió
hacia el Oriente, (lo que hoy es Siberia y Alaska), Europa luchaba por nuevos
territorios en África y mantener sus colonias en América quien debido a
independencias y revoluciones, paulatinamente iba perdiendo y ya que no tenían
tierras colindantes aptas para anexar sólo les quedaba colonizar otras para
construir sus imperios. Pero el caso de Rusia es distinto, Rusia sí tenía
tierras vecinas que eran consideradas de nadie o que tenían al mando a
monarquías débiles e incapaces y que mejor que hacer estas tierras suyas y
construir lo que es hoy en día, el país más grande del mundo.
Pedro I, Catalina II y Stalin, todos dirigentes
de Rusia en distintas etapas de su evolución política, como la zarista y la republicana-socialista;
fueron artífices de lo que hoy es la Federación de Rusia, su gran territorio y
herencia cultural. La etapa zarista de Rusia se caracterizó principalmente por el
acercamiento de Rusia hacia las ideas de Occidente y eso lo demostraban las
acciones de los gobernantes al intentar abrir ventanas terrestres y marítimas hacia
Europa occidental, pues al ser este el centro económico mundial, era
fundamental que Rusia acercará posiciones con ella, contrayendo ideas filosóficas
y políticas como la ilustración y la monarquía parlamentaria, esto sin embargo no prosperó, o al menos no en todo el
territorio ruso por su arcaica comunicación, conservadurismo escéptico y débil conectividad en sus regiones más
lejanas.
Por su parte la etapa socialista,
posterior a la revolución proletaria, se caracterizó por un resurgimiento de
Rusia y una redefinición de su identidad nacional, como un pueblo enmarcado en
su identidad multicultural y defensor de un nuevo orden antiimperialista, anti
oligarca y antioccidental. Paradójicamente, en este sentido, durante la
revolución de Francia, la Rusia de ese entonces se mostró preocupada de las
repercusiones y desestabilización en su territorio, pero después, en la
revolución de Rusia fue toda Europa la que se mostró alarmada de que en sus
países sucedieran insurrecciones similares, y esto se acrecentó con la llegada de Stalin, pues el
anticomunismo y sus aristas estaban en auge debido a las acusaciones a la URSS de
supuestas violaciones a los DD.HH., muchas veces sin evidencia fehaciente.
Posteriormente se reanudó la cooperación entre Occidente y la URSS en la
Segunda Guerra Mundial en contra de la Alemania nazi y está fue una de sus
pocas excepciones.
Al disolverse la URSS, Rusia entró en una
época de fructíferas relaciones diplomáticas con EE.UU. y la UE, se reabrió su
proyecto de occidentalización o algo parecido, pues comenzaron a contraer
distintos compromisos y enmarcarse en una economía más “liberal”. Se pensaba en
ese entonces que la Rusia pro occidental era irreversible, pero no, después de que
Boris Yeltsin dejará el poder, los gobiernos sucesivos, principalmente el de
Vladimir Putin, se mostraban más reacios a la influencia de Occidente en el
planeta y empezaron a actuar con forme a sus intereses soberanos como una
potencia en ascenso nuevamente. Al consolidarse esas posiciones la UE y EE.UU.
encendían las alarmas mediáticas sobre la influencia dañina de Rusia en sus
construidas “democracias” y “gobiernos satélites” asustados por el fantasma del
“socialismo”.
En el 2014 después del referéndum de Crimea
en el cual se consultaba a la ciudadanía
la posible anexión de Crimea por parte de Rusia, y que posterior, desembocó en
la aplastante victoria al (sí) a formar parte de Rusia y su posterior anexión,
rápidamente la comunidad internacional, (principalmente Occidente), condenaron
enérgicamente estas acciones y en conjunto con la UE, EE.UU. interpusieron
sanciones económicas en contra del país
eslavo y lo tacharon de una nueva etapa en el expansionismo ruso lo cual fue
clave para las posteriores relaciones diplomáticas con Rusia y la
construcciones de una hostilidad palpable, acoplada a la nueva realidad en la
arena internacional. También en respuesta, EE.UU. inicio una fase a través de
la OTAN en la cual instalaba armamento bélico cerca a las fronteras con Rusia
en Polonia y en otros países. Entre tanto, Rusia se vio obligada a rearmarse y
nuevamente innovar en sus misiles para mantener la disuasión de cualquier
conflicto armado. Nuevamente Occidente encendió las alarmas mediáticas
intentando desprestigiar a Rusia y mostrándose preocupados por las acciones del
país para desestabilizar a los aliados de la OTAN a través de cualquier medio disponible,
ya sea este digital o diplomático.
La supuesta injerencia en las elecciones
de EE.UU., el Brexit, el referéndum en Cataluña, la desinformación, espionaje
en Colombia y en Ecuador, el supuesto
envenenamiento de Navalny y Skripal, el asesinato de Metsov, las
supuestas órdenes de matar a militares en Afganistán, acusaciones de dopaje en
los deportistas rusos, propaganda política y ataques cibernéticos en Europa, forman parte de la interminable lista
de acusaciones en contra de Rusia y su política exterior destinada a
desestabilizar a Occidente, muchas veces sin pruebas, a raíz de estas incriminaciones
se han expulsado a diplomáticos rusos en distintas partes del mundo y se ha
respondido con firmeza, pero sin pruebas y alegaciones concretas en muchos
casos.
A raíz de la pandemia de 2020, y ya que se
esperaba una carrera de vacunas en contra del Covid-19, Rusia fue el primer
país en registrar un fármaco efectivo en contra del virus, Occidente no tardó
en tachar la vacuna como deficiente sin pruebas y se hizo más que palpable la traducción
que los aliados se hacían de la vacuna, una muestra más de los intentos de
Rusia de aparecer como una suerte de salvador, acto seguido, se comenzó a
gestar una dura campaña de desprestigio en su contra, otra muestra más de la “rusofobia”
de Occidente. Recientemente la prestigiosa revista The Lancet hizo
público su beneplácito y su aprobación a la vacuna rusa, lo que desató una ola de
nuevos solicitantes para la posible compra del fármaco, países que inclusive
antes de la aprobación de la revista se mostraban escépticos de su eficacia. Aunque
otro grupo de países mayormente aliados de Rusia ya habían adquirido el fármaco,
no fueron pocos los que se mostraron interesados en él, pues las campañas de
desprestigio de las grandes cadenas de noticias habían hecho de la Sputnik V
una de las vacunas más cocidas del mundo por encima de sus pares occidentales. Ahora
este fármaco se sitúa como uno de los más viables en su adquisición por su
precio, disponibilidad y facilidad logística.
Las vacunas fabricadas en Reino Unido y
EE.UU. a menudo se han retrasado con sus compromisos en la administración de su
fármaco, provocando un malestar generalizado en las autoridades europeas, por
eso la importancia de la Sputnik, si es aprobada, está ayudará a la inoculación
de la población europea más rápido.
Al final la Sputnik V puede ser una gran
oportunidad para Rusia, en mostrarse dispuesta a cooperar con la Unión Europea
y mejorar sus relaciones con sus vecinos en esta crisis sanitaria internacional
y demostrar que están dispuestos a cooperar mano a mano, descentralizado la
alianza con EE.UU. en favor de los intereses de ambas partes, pues Rusia y
Europa tienen una geopolítica distinta a la de EE.UU. Y comparten mayores lazos
culturales e históricos y su relación es fundamental para la seguridad
internacional.
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